Arándanos
Por Héctor Juárez
Siempre me ha parecido una exageración las historias
románticas de las películas en las que no existen las coincidencias, en las que
todo es una señal y todo tiene una simple justificación para existir y es que
el destino tiene predestinado a la persona idónea para cada personaje. Sin
embargo, hoy es uno de esos días en que mi estado de ánimo se elevó por la
visita de cierto personaje que para mi estructurado cerebro logra esa reacción de
un idiota enamorado en mí. Hoy me trajeron unas barras de arándanos, claro por
aquello de mi interminable e insufrible dieta.
La semana pasada después de nuestra visita al Museo de la
Memoria y Tolerancia, caminamos hasta llegar a una tienda de dulces y encontré
arándanos secos, fruta que me gusta mucho y más en dicha presentación, así que fue
lo que seleccione para comer en esa tarde y aunque no es la primera vez que me
demuestra que si pone atención en mis gustos, me sorprendió que lo recordará y
que me alegrará la tarde con ese detalle, además de su visita, claro está.
Debo reconocer que hoy no esperaba recibir a nadie en la
oficina, de hecho estaba tan ocupado que me disponía a comer en mi privado
cuando recibí su llamada, la cual después de que el domingo ignorara un mensaje
que le envíe, no creí que se dieran tan pronto. Me llamó como si estuviera
hablando con un supuesto cliente, lo cual me hizo saber que tenía compañía, así
que le confirmé que si estaba disponible y me afané en ordenar mi cargado lugar
con detalles orientales porque así lo pide el feng shui, a fin de recibirle con
una enorme sonrisa.
Pretender que iba a cumplir mi palabra y me iba a enojar
porque no había tenido noticias suyas en los últimos días era una total
falsedad, pues de solo ver su número en mi celular me hizo la tarde y más aún
después de la retahíla de argumentos que me había dado Salvador, mi brazo
derecho en el trabajo, para recordarme que es urgente que tome vacaciones y me
vaya a descansar unos días, pues para ser miércoles mi cara parece de viernes y
mi ánimo se percibe como de fin de año y sin aguinaldo.
Pero volvamos a los arándanos, que con todo este escenario de
cansancio y mucho trabajo me han hecho sonreír y me han servido de inspiración
para comenzar mi faceta de escritor. En resumen, tal vez las frutas secas no
sean una señal de un sentimiento que añoraría creciera en esa persona por mi,
pero es un pretexto perfecto para platicarles en breve lo que mi terapeuta se
esmera en definirme como enamoramiento. Y ahora que lo pienso, sería bueno ser el
protagonista de una película romántica.
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