23
de febrero de 2018
Arándanos II
Por Héctor Juárez
La
primera vez que escribí para el taller de creación literaria, lo hice sobre una
visita tuya a mi oficina. Aquel relato se llamó Arándanos. Habíamos salido el fin de semana previo y pasamos a
comprar dulces para tu mamá y me preguntaste si quería algo y pedí arándanos;
así, el día que llegaste a saludarme, llevabas fruta y unas barras de arándanos,
pues habías recordando que me gustan. Por eso, ahora que vuelvo a escribir de
ti, es justo llamarle así: Arándanos II.
Y debes saber que ese primer relato ha sido uno de los más aplaudidos de mis
escritos y fuiste tú mi inspiración.
¿Que
qué necesito para ser feliz? Pregunta difícil la tuya después de tanto tiempo,
pero como bien lo dijimos, hace algunos años no me lo habrías preguntado y de
haberlo hecho, mi respuesta hubiera sido una lista interminable de cosas. Hoy
mi respuesta es mucho más simple, hoy no necesito nada porque todo lo que
necesito para serlo está dentro de mí. Pero si tú decidieras intentar algo
conmigo, volverías más felices mis días y yo haría lo necesario para ayudarte a
ser feliz, pues no pretendo ser tu felicidad, porque esa solo tú sabes cuál es,
solo desearía que nos acompañáramos en este camino y ser un motivo para
sonreír.
Pero
vamos más atrás, empecemos por ese día, sí, ese día de hace varios años en que
me pediste invitarte a desayunar. Acepté a pesar de tener en puerta una cena
para celebrar que terminaba ese proyecto escolar. Y, honestamente, no creí que hubiera
una segunda vez, pero reconozco que cuando bajé de tu carro frente a mi casa,
ya nada volvió a ser igual para mí. Por alguna razón, a partir de ese día, tu
nombre se grabó en mi mente y en mi corazón. Desde entonces siempre estás
presente.
Aún
recuerdo lo nervioso que me ponía tu presencia, mantengo en mi mente tu emoción
cuando te regalé las mancuernillas que hasta bajaste del carro para
darme un abrazo, el primer beso que te di, la vez que estuvimos juntos, las muchas
veces que hemos ido juntos a las ferias de libros, y por supuesto, cada uno de
los conciertos que ha ofrecido Drexler en CDMX, no hemos faltado a ninguno.
Contigo
he recorrido nuevos lugares, te he compartido mis descubrimientos, has conocido
de mis muchos dramas de la vida, yo he aprendido a reconocer tus estados de
ánimo, conozco tu fecha de cumpleaños y hasta la de tu mamá, conozco a dos de tus
sobrinos, hemos desayunado, comido y cenado más de una vez, sé cuál es tu libro
favorito, y hasta me volví fan de un par de tus músicos predilectos. Si tuviera
que hacer un recuento de las veces que hemos tenido alguna diferencia y nos
hemos reconciliado, puedo asegurarte que ni siendo una pareja formal, serían
tantas.
Tengo
que contextualizar todo esto para poderte explicar algo que no me atreví a
decirte la otra noche. Me dijiste que tal vez yo me preocupaba por los demás a
mi manera, sin preguntar cómo están. La verdad es que no, la verdad es que tú
nunca te vas de mis pensamientos ni de mis oraciones. La verdad es que no se me
olvida preguntarte cómo estás, qué haces, cómo sigues. La verdad es que a veces hago esos espacios porque te
amo y a veces intento dejar de hacerlo, pero la realidad es que nunca funciona.
Al final, de una u otra manera reconectamos y seguimos aquí: compartiendo.
¿Y
sabes?, dándole permiso a mi corazón, sería lindo que, como reza el poema de
Benedetti:
….
un día cualquiera
no
sé cómo ni sé
con
qué pretexto
por
fin me necesites.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario