domingo, 28 de octubre de 2018



Arándanos 3

Después del último concierto de Drexler, por casualidad di con una canción en una playlist de mi hermano. Se llama “desde el fondo de mi corazón”, y no voy a negar sentirme identificado. El coro dice más o menos así:

Y, desde el fondo de mi corazón, antes que pierda la razón,
No vuelvas nunca más a mí.

Y como dice la canción, desde el fondo de mi corazón, lo reconozco, no estoy bien, yo te adoro y amo saber y estar cerca de ti, pero me desbarato cada vez que se repite el patrón y te veo y reconectamos y la pasamos bien y unos días va y viene la comunicación y después te vas y no sé más de ti, y sé que, aunque insista con algunos mensajes diarios, muchas veces se quedarán ahí, como enviados al aire.

Tu siempre has sido honesto conmigo, yo sé que lo que siento por ti es sólo mío y no es reciproco y por Dios que he intentado dejarte en una posición de amigo nada más, pero no puedo. La verdad es que el madrazo emocional que me llevo después de verte siempre es igual. Yo sé que uno no elige de quien se enamora y bueno, por alguna razón me toco hacerlo de ti y ha sido encantador, pero ya no puedo más. Creo que jamás te veré sólo como mi amigo y no puedo hacer otra cosa que agarrar mi par de patines y salir corriendo.

Me quedo con la enorme ilusión de ese sentimiento honesto y sincero por ti, de saber que esos momentos compartidos que han sido muy buenos, me quedo con la emoción de no haberme decepcionado si hubiera fallado algo entre nosotros y me quedo con la idea de que, si nos hubiéramos encontrado en otro momento de nuestras historias, quien sabe, igual y si habría surgido algo lindo. Y lo mejor que todo, me quedo sabiendo que, si bien mi amor no fue correspondido, si logre ganarme tu cariño.

Te agradezco tu honestidad, te agradezco el haber sido todo este tiempo un motivo para sonreír, para esforzarme, para procurar volverme una mejor versión de mí mismo, porque eso me ha vuelto un mejor yo.

No sé qué tan cursi sea escribir para decir estas cosas, pero acepto que no tendría los huevos para verte a los ojos y pedirte que dejemos de buscarnos. Si la soledad me traiciona y alguna vez lo hago, ignórame por favor. Tal vez el día de mañana nos volvamos a topar y te diga que encontré lo que quería o tal vez no. En cualquier caso, te deseo una vida feliz, una vida plena, una vida llena de esta tranquilad que buscas. Por favor, guárdame en tu mente y en tu corazón como un buen tipo y como el recuerdo de buenos momentos compartidos.

¡Gracias V!

¡Hasta siempre!

sábado, 24 de febrero de 2018


23 de febrero de 2018

Arándanos II
Por Héctor Juárez

La primera vez que escribí para el taller de creación literaria, lo hice sobre una visita tuya a mi oficina. Aquel relato se llamó Arándanos. Habíamos salido el fin de semana previo y pasamos a comprar dulces para tu mamá y me preguntaste si quería algo y pedí arándanos; así, el día que llegaste a saludarme, llevabas fruta y unas barras de arándanos, pues habías recordando que me gustan. Por eso, ahora que vuelvo a escribir de ti, es justo llamarle así: Arándanos II. Y debes saber que ese primer relato ha sido uno de los más aplaudidos de mis escritos y fuiste tú mi inspiración.

¿Que qué necesito para ser feliz? Pregunta difícil la tuya después de tanto tiempo, pero como bien lo dijimos, hace algunos años no me lo habrías preguntado y de haberlo hecho, mi respuesta hubiera sido una lista interminable de cosas. Hoy mi respuesta es mucho más simple, hoy no necesito nada porque todo lo que necesito para serlo está dentro de mí. Pero si tú decidieras intentar algo conmigo, volverías más felices mis días y yo haría lo necesario para ayudarte a ser feliz, pues no pretendo ser tu felicidad, porque esa solo tú sabes cuál es, solo desearía que nos acompañáramos en este camino y ser un motivo para sonreír.

Pero vamos más atrás, empecemos por ese día, sí, ese día de hace varios años en que me pediste invitarte a desayunar. Acepté a pesar de tener en puerta una cena para celebrar que terminaba ese proyecto escolar. Y, honestamente, no creí que hubiera una segunda vez, pero reconozco que cuando bajé de tu carro frente a mi casa, ya nada volvió a ser igual para mí. Por alguna razón, a partir de ese día, tu nombre se grabó en mi mente y en mi corazón. Desde entonces siempre estás presente.

Aún recuerdo lo nervioso que me ponía tu presencia, mantengo en mi mente tu emoción cuando te regalé las mancuernillas que hasta bajaste del carro para darme un abrazo, el primer beso que te di, la vez que estuvimos juntos, las muchas veces que hemos ido juntos a las ferias de libros, y por supuesto, cada uno de los conciertos que ha ofrecido Drexler en CDMX, no hemos faltado a ninguno.

Contigo he recorrido nuevos lugares, te he compartido mis descubrimientos, has conocido de mis muchos dramas de la vida, yo he aprendido a reconocer tus estados de ánimo, conozco tu fecha de cumpleaños y hasta la de tu mamá, conozco a dos de tus sobrinos, hemos desayunado, comido y cenado más de una vez, sé cuál es tu libro favorito, y hasta me volví fan de un par de tus músicos predilectos. Si tuviera que hacer un recuento de las veces que hemos tenido alguna diferencia y nos hemos reconciliado, puedo asegurarte que ni siendo una pareja formal, serían tantas.

Tengo que contextualizar todo esto para poderte explicar algo que no me atreví a decirte la otra noche. Me dijiste que tal vez yo me preocupaba por los demás a mi manera, sin preguntar cómo están. La verdad es que no, la verdad es que tú nunca te vas de mis pensamientos ni de mis oraciones. La verdad es que no se me olvida preguntarte cómo estás, qué haces, cómo sigues. La verdad es que a veces hago esos espacios porque te amo y a veces intento dejar de hacerlo, pero la realidad es que nunca funciona. Al final, de una u otra manera reconectamos y seguimos aquí: compartiendo.

¿Y sabes?, dándole permiso a mi corazón, sería lindo que, como reza el poema de Benedetti:
…. un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto

por fin me necesites.