2015
Dictó la numerología que para mí
este año es “espiritual”. Ya me alcanzó marzo y sigo averiguando de qué chinga
se trata eso. Lo que si tengo bien claro es que estos tres meses han sido algo
densos, pues han estado cargados de una serie de eventos que hasta ahora me han
tatuado en mi mente, una sólo pregunta: ¿Qué quiero hacer con mi vida? Al
principio creí que sólo sería una más de mis innumerables masturbaciones
mentales que mi enorme ocio logran ocasionarme, pero después de aceptar que me
he dedicado tanto a llenar mis horarios entre el trabajo y la escuela, resultaría
imposible darle vueltas a una misma cosa tanto tiempo. Además de todo eso, mis
reacciones de total drama, como la de esa tarde en el cine en que rompí a
llorar analizando si el día de mañana mi objetivo de trascender me va alcanzar
para sentir que no me falle a mí mismo, entonces y sólo entonces fue que acepte
que a lo mejor brinque sin bronca la crisis de mis primeras tres décadas, sin
embargo, parece que hay algún aprendizaje que se me ha quedado atorado en el
camino y en este año el sabio y bien odiado karma me dará unos cuantos
chingadazos de esos que duelen bien dentro y que sólo quien los sufre es capaz
de entender, para ver si averiguo de una vez por todas que es eso lo que tanta
falta me hace y me ha ocasionado hasta ansiedad por conseguir más y más cosas y
aprender más y hacer más y con nada tener paz en mis adentros.
Y acepto que me preocupa mi actual
escenario, pues apenas llevó un cuarto del año y en estos meses me ha invadido
una tremenda duda sobre si en verdad quiero la vida que tengo o invariablemente
debo tomas las decisiones necesarias para ajustarla y sentirme satisfecho, sin
embargo, mi muy maquiavélica mente también me hace preguntarme si no es mi
entorno el que necesita un ajuste, sino más bien mi yo interno, el Héctor al
que apague por mucho tiempo para chingarme aprendiendo, creciendo, haciendo lo
que yo “creía “ debía cumplir, aunque hoy sé que no es así, que todo cuanto
hice fue para mejorar, para crecer, para ser una mejor versión de mí, pero
jamás porque debiera, sino porque así lo decidí y asumo mi responsabilidad,
pero tal vez, como me lo hiciera ver Salvador, el problema no es pagar el
precio por lo que quiero, pues lo sé hacer, con lo que de verdad no puedo es
con el costo que ese pago va implicarme. En estos meses me he cuestionado por n-esima vez que tanto he errado en mostrar esa inagotable imagen de tenerlo todo
bajo control y siempre estar bien. Me sorprende estar tan ensimismado en mis
ideas sobre que quiero y que a mis cercanos les sea tan fácil asumir que como
siempre, estoy bien. Digo, no quiero suplir a mi terapeuta pero de repente algo
de diversión que evite estar pensando en lo mismo a nadie le viene mal, incluso
a veces sólo quisiera un poco de compañía.
De lo que hoy si estoy seguro es
que ya no quiero sentirme sensible, ya no quiero estar pensando en cómo se va
transformar el universo si decido A o B. No quiero más estar pensando si mi familia
me necesita y que así debe ser, en que debo aprender a vivir y disfrutar lo que
tengo. Hoy ya no quiero sentir un nudo en la garganta ante cada película y en
todo a mi alrededor encontrar ese mensaje subliminal que me obliga a seguir cilindrándome
sobre mi razón de ser. De verdad que ya no quiero más “señales”. Si en verdad
este es mi año espiritual… ¡que pinche espíritu tan atormentado tengo de veras!
Y pese a todo mi sentir y mi cruel raciocinio, estoy decidido a confiar, pues sé
que el proceso de la vida es perfecto, todo se acomodará y las decisiones que
deba tomar para el camino que estoy destinado a recorrer se me presentaran y la
vida, sabiamente, me dará todos los madrazos requeridos hasta encaminarme
correctamente.