El Club de los “forever alone”
La primera vez que escuché el término “forever alone” me
dio risa, pues vino a colación en una reunión de cumpleaños, cuando me dijeron
que los treinta son los nuevos veinte pero con dinero y sin tener que pedir
permiso. Eres libre para hacer de tu vida un papalote y echarlo a volar. Me
gustó tanto, que decidí navegar en adelante con esa filosofía, además de ser un
tema cada vez más común en los círculos en que me desenvuelvo, pues siempre hay
uno que otro que ocupa el mismo argumento para justificar su soledad.
Los primeros miembros, son los integrantes de mi pandilla, todos con más de treinta años, productivos, de buen ver, inteligentes, agradables y que secretamente están esperando caer en las redes de la frivolidad y estupidez que acompañan al enamoramiento, es más, Ezequiel con unas copas de más, asegura querer ser un mandilón. Sin embargo, todas sus cualidades, las estatuas de San Antonio puesta de cabeza, los patos mandarines que recomienda el feng shui para conseguir pareja y las fiestas de semáforos no han servido para que encuentren a su “peor es nada”.
Y la soltería que comparte un forever alone que se respete podría parecer una simple coincidencia, sin embargo hay situaciones como la de aquella reunión con mi amiga Kenia, en la cual conocí a un grupo de sus compañeros de la universidad con el mismo perfil: personajes con más de tres décadas, trabajadores, independientes, en general buenos partidos, pero todos solteros, condición que los vuelve miembros activos de este club. Y la cosa se pone aun peor, pues en mi familia también se encuentran más especímenes de esta clase que en cada ocasión posible recibimos los sabios consejos de la abuela sugiriéndonos al menos adoptar un hijo para que “alguien nos llore cuando faltemos”.
Eso sí, todo forever alone es un convencido de que este es momento para la búsqueda de la paz interior, para aprender a disfrutar de la compañía de uno mismo, para invertir en el desarrollo del intelecto. Se inscribe a todos los cursos que se ponen enfrente, asegura no tener el menor interés en el compromiso, pues se trata de un alma libre y jura preferir las salas de cine sin nadie a su lado que le impida apreciar el filme.
La verdad es que para el club de los “forever alone”, nuestros
contemporáneos que ya han encontrado con quien pelearse el resto de sus vidas e
incluso se han atrevieron a ser padres, son muy afortunados y aunque ellos
mismos nos digan que así estamos bien, a veces nos causan envidia, pero lo
olvidamos cuando nos vamos de viaje, salimos de compras o dormiros hasta el
medio día sin un terrorista en miniatura cerca de nuestra cama obsesionado con
jugar o ver a Chabelo en la tele.
Es importante señalar que esta peculiar tribu urbana, por
llamarle de algún modo, juega ciertos roles sociales: son los mejores amigos,
consejeros, tíos, hermanos, nietos y todo aquella posición que lo ponga a
disposición de los demás. También se distinguen por ser crédulos, por haberse
perdido una parte importante de su desarrollo social en los inicios de sus 20s,
pues estaban tan ocupados aprendiendo, trabajando, creciente, que olvidaron
vivir y tomar experiencias chuscas que hoy puedan compartir en una reunión de
gente normal.
Ah! También somos víctimas de la tecnología, hemos aprendido a
comunicarnos por la internet, a conseguir un meritorio diploma al dominio del
Facebook (lo tomamos como terapia) y si nos queda un poco de tiempo hasta
tweeteamos nuestros estados de ánimo, nos regodeamos en cada comentario en las
redes sociales y obviamente somos ciberapapachados por otros tantos forever
alone que siguen creyendo que algún día llegara su otra mitad.
También pagamos gimnasios, terapeutas, bariatras, lecturas de
cartas. Eso si, somos la adoración de los hijos de nuestros
amigos, pues siempre los compramos con regalos o tenemos algo interesante en
nuestras casas. Somos fanáticos del feng shui, nos damos regalos caros y
tenemos pasatiempos raros, nos encanta ser padrinos de todo y somos capaces de
sostener charlas profundas con otros forever alone sobre todos los requisitos
que un ser iluminado debe tener para osar contar con nuestra presencia en sus
vidas.
Por otro lado, existen enormes beneficios al pertenecer a este
club: hemos viajado, es decir que conocemos otros países, otra gente, hablamos
más de un idioma, peleamos por cargos ejecutivos, tenemos tablas en el manejo
de equipos, hemos tejido importantes redes de contactos, somos responsables,
confiables e increíblemente comprometidos.
Sin embargo, las carencias afectivas también acompañan a esta
condición y por decirlo de forma sutil, andamos con perfil bajo en
busca de un ser humano que con su presencia agite nuestra maravillosa
estabilidad y sea capaz de regresarnos a esa época maravillosa de nuestras
vidas en que sentíamos mariposas en el estómago, nos temblaban las
piernas y nos sudaban las manos.
Y es en esa discreta búsqueda que se aparece uno que
otro espécimen al cual decidimos creerle cualquier historia que
nos platique, nos dice “mi alma” y le exigimos casa y carro. Es ahora cuando el
tiempo empieza a pasar facturas y recurrimos a largas sesiones nocturnas con
nuestros compiches para obtener opiniones inútiles sobre que nos pareció el
último pretendiente, las cuales ,dicho sea de paso, siempre son terribles
encontronazos con la realidad que compartimos y nunca apoyamos el dejarnos ir
como gorda en tobogán, guiados por nuestros sentimientos pues ya somos adultos
y estamos llenos de prejuicios: no por el trabajo que tiene, no por el que
dirán, etc.
En realidad creo que simplemente en el camino que hemos
recorrido no nos alcanza para aceptar que no siempre se gana, que no siempre
obtendremos todo lo que deseamos, que a veces vamos a sufrir y nos van a romper
la madre, pero que nuestra capacidad de volver a nuestro estado original y
soportar las tempestades esta más que probada y que nunca pero nunca va llegar
ni el momento ni la persona perfecta para tirar nuestra membresia a este club,
porque somos un perfecto ejemplo de cobardía, pero eso sí… con mucho
estilo, pues..antes muertos que sencillos.