sábado, 15 de diciembre de 2012

La Boda


20 de octubre de 2012

La Boda

Creo que existen pocos momentos tan emotivos para dos personas que se aman como el día de su boda, si, ese día en el que frente a una bola de metiches y gorrones se juran estar juntos hasta que la muerte los separe. De verdad que ese instante debe ser uno de los más increíbles en la vida.

Este fin de semana he tenido la oportunidad de ser parte de uno de estos momentos irrepetibles. Una de mis amigas más cercanas, Fabiola, llego al altar y como buena niña decente cumplió todo el protocolo que reclama la sociedad. ¡Claro! salió de blanco y tuvo una de las bodas más bellas en que me ha tocado estar. Ahora bien, no negaré que mi apreciación es completamente parcial pues está influenciada por el enorme cariño que guardo por la pareja, además que mi adorada amiga papiroflexica (si, es que me enseño hacer cajitas con hojas de colores) y su ahora marido, Gustavo, me compartieron los preparativos de tan rimbombante evento desde varios meses atrás, con amenazas ante cualquier revelación facebookera sobre el escenario en que tendría lugar el evento.

Antes de decir algo más, es justo hacer un resumen sobre mi amistad con la novia, la cual se remonta a mi primer día en la universidad, pues junto a su inseparable amiga Sandra, fueron las primeras en someterme al interrogatorio cotidiano entre compañeros para averiguar dónde había estudiado la prepa y esa clase de cosas sin importancia que sirven de pretexto para entablar platica. Y desde entonces hasta hoy, hemos seguido tan cercanos que incluso algunos años después de haber egresado de la carrera, coincidimos en el Posgrado de la FCA de la UNAM, donde estudiamos la maestría y nos acompañamos muchas noches de regreso a casa, pues también somos casi vecinos. Después de varios años de aquel primer encuentro escolar, puedo presumir que hemos reído, llorado, tomado y no se cuantas cosas más juntos, hasta compartimos nutrióloga. Sólo me falta convencerla de que también vaya con mi terapeuta.

En fin, mientras sigo trabajando en convencerla de ir con Nilda (mi terapeuta), nos llegó su boda. En este evento tuve el honor de participar en la ceremonia religiosa. Los novios me pidieron entregarles unas arras muy especiales que utilizaron ese día, lo cual fue un verdadero honor para este humilde siervo del señor (¡amén!). Eso si, para cumplir con este compromiso y presentar las arras de lo mejor,  puse a mis esclavas de servicio social a aplicarles toda clase de limpiadores y pulirlas hasta que las manos les quedaron negras, así que darme el crédito de haberme encargado de la limpieza sería injusto, aunque si puedo adjudicarme la elección del cofre y el estuche en que las presenté.

Regresando al tema de la ceremonia, aceptaré que tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano por no chillarle a gusto como lo hubiera querido, pero veía a los novios todos sonrientes y felices y decidí no desentonar con tanta alegría,  así que me dije a mi mismo: “mi mismo, aguántese como los machos y no le chille” y me mantuve bien seriecito, aunque mis piernitas temblaban cuando vi llegar a mi amiga vestida de novia.  Y no olvidemos la música vernácula que amenizó la ceremonia, eso si que fue original, aunque el termino “original” se queda corto cuando uno trata de calificar a esta peculiar pareja que siempre me logra sorprender.

Después de superar la chilladera interna que traía, comerme mis mocos y demás, regresamos a la hacienda donde tuvo lugar el fabuloso festejo y ahí si se me olvido el drama y me la pase increíble. La recepción arrancó con huapangos, vasos con pulque para delicia de mi señor padre, martinis de cereza y mora que nos hicieron muy felices pues estaban excelentes y todo eso acompañado con muchos bocadillos mexicanos, es decir: pambacitos, sopesitos, quesadillitas, etc. Y después de un par de horas prealimentanos y marinándonos en alcohol,  nos pasaron al salón de la hacienda en donde sirvieron una muy rica comida, una pecaminosa mesa de dulces, un servicio de café de diez, cup cakes ligeramente dulces  y hasta un pambazo en la tornafiesta, todo acompañado de unos vinos que me hicieron perder el estilo y acabar no ebrio, sino lo que le sigue.

Y que decir de la compañía, hubo rencuentros con compañeros de la universidad que tenía años de no ver y que descubrí en su modo “papas” o viajeros frecuentes. Fue el pretexto perfecto para compartir con algunos otros a los que soy más cercano – es decir, que puedo recitar sus vidas, secretos y pecados -  como Ezequiel y la comadre, Haydee, y hasta con nuestra amiga de altamar, Larisa. En este fin de semana platicamos, reímos, brindamos, les deseamos lo mejor a los novios y nos divertimos como hacía mucho no lo hacíamos, pues tanta platica ocasiono una sed severa que sólo apago el vino rosado, el cual provocó muchos desfiguros y nos dejó liberarnos de la pose que teníamos entre trajes, vestidos largos y copetes y nos permitió dar rienda suelta a gritos, bailes y uno que otro feliz ridículo. (Para mayor referencia ver el álbum fotográfico en Facebook sobre el evento)

Hubo un momento en la noche en que ya totalmente apagada nuestra sed (léase: alcoholizados), sin frío y muy alegres comenzamos a renovar el concepto de los arreglos de mesa, pues lo aderezamos con las corbatas, vasos desechables, servilletas, dulces y todo lo que tuvimos disponible; La comadre brindó con los biberones de su hija y bueno, hasta ahora no tenemos claro quien de las dos se tomó el vino y quien la leche, pero la niña callo dormida enseguida. Haydeé también tiró unas tres veces las copas en la mesa y hasta derramo una botella entera encima de otro invitado, con lo cual nos hizo recordar a quienes la conocemos desde la universidad, su honroso premio “Escar” a la más borracha (Se llama Escar el premio porque somos egresados de la ESCA del IPN).  

Otra víctima de nuestros arrebatos fue la novia, no se espanten, no la fuimos a desvestir ni nada, sólo fuimos a brindar con ella en la mesa de honor, la cual nos quedaba como a varios metros, ya que estábamos en la mesa del rincón como muñecas feas y pues ella estaba en el centro del lugar y si lo piensan bien, por el estado en que nos encontrábamos ese recorrido fue toda una proeza,  la cual bien valió la pena, pues brindamos, reímos, cantamos, gritamos y le hicimos pasar un buen rato, o al menos eso es lo que recuerdo.

Quisiera contarles más, pero la verdad es que sólo viene a mi mente el momento en que ya sentado en la mesa escuche el famoso tema  “Mc Lovya” del internacionalmente desconocido grupo de internet Tropikal Forever. En ese momento vi cumplirse el sueño del novio que también era la amenaza para la novia, de que ese tema sonara en su boda. Después de eso sólo recuerdo que salimos a elevar unos globos de cantoya en medio de la noche con un frío que por poco hace que se me bajara la peda, un poco de karaoke y nada más, aunque la evidencia fotográfica me demuestra que acabé hibernando en mi cama hasta las 6 de la mañana, momento en que el ardor en mi pecho, por mi sensible estomago, me hizo brincar de la cama casi llorando preguntando porqué se me había ocurrido tomarme todas las botellas que amablemente Ezequiel me había acercado.

En fin, con todo y los ardores, molestias y demás, el haber sido invitado (con toda mi familia) a compartir un momento tan importante para Fabiola y Gustavo me confirma lo bien que se siente que gente tan linda te incluya en su vida y me hace reconocer el compromiso tan grande y bonito  que es nuestra amistad. ¡Gracias Fabiola y Gustavo por ser parte de mi vida! 

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Diario - 8 de septiembre de 2012



Sábado 8 de septiembre de 2012
Querido diario:

Hoy ha sido uno de esos días que parecen tener más de 24 horas, pues cuando inició y terminó, estaba despierto. El viernes cene en casa de mi partner Inga y David. Hacia varios meses desde nuestro último encuentro, entonces teníamos harto chisme para platicar. Empezaron por preguntar todo sobre mi rollo de escritor región cuatro y después me reclamaron por no haberles incluido en la cata de vinos de esa semana, pero ya acordamos ir juntos la siguiente vez. Con ellos charlé sobre los ya famosos arándanos, que se han convertido en el sobrenombre del objeto de mi afecto y, después de burlarse a gusto de mi cara de imbécil al tocar el tema, sólo atinaron a comentar que era muy chido el estar así, imbécil. Para cuando quedó saciada su curiosidad sobre mis últimas actividades y después de presumirme su certificación como buzos y  señalar que ahora se dedican al turismo religioso, gracias al tío de David, quien es sacerdote, ya eran las dos de la mañana cuando dimos por terminada la visita y acordamos ir al hipódromo a vivir una nueva experiencia antropológica. Me hicieron favor de llevarme a casa y así empezó el sábado.

Llegué a casa a dormir y alrededor de las nueve de la mañana me despertó una llamada, era mi tío Salvador con noticias de su hermano Genaro, me contaba que estaba enfermo, se encontraba en su casa y me pedía  avisar a mi papá por si decidía visitarlo debido a su mal estado de salud. Después de colgar, le llamé para darle el recado y me confirmó su intención de ir en el transcurso del día. Una vez cumplida mi labor de buen hijo y sobrino, seguí durmiendo hasta que el hambre me despertó.

Después de levantarme, comí algo ligero y me dedique a las labores chachescas, ocasionadas por vivir sólo. Para las tres de la tarde había terminado de recoger mi casa, había tomado un baño y estaba listo para mi siguiente evento: la comida anual en casa de los papás de Kenia con motivo de su visita a México. Tardé más de una hora en llegar hasta allá. La encontré en sus labores de mamá intentando lograr que William comiera su sopa, mientras Sophie era atendida por su niñera, pues a mi pobre amiga su marido le contrató una niñera al no poder sola con sus dos hijos. Después de un rato pudimos charlar los dos minutos libres, entre sus hijos y la llegada de las siguientes visitas, momento en que asumí el papel de su niñera y me tocó hacerme cargo de su princesita, la cual no lloró en mis brazos pero me hizo sufrir al intentar darle una especie de gerber gringo. Cuando me toca hacer esas tareas confirmo mi temor a los niños, pues me generan tal angustia al pensar que se me pueden caer, ahogar o romper, entonces, mi primer reflejo me hace ver a quién le puedo endosar a las criaturas.

La reunión estuvo muy divertida, tuve oportunidad de conocer a muchos de sus compañeros de la universidad, un grupo de gente bastante interesante, algunos en el tema de las inversiones, otro de la producción, otra dueña de una florería. Una más se dedicada a las ventas de la Suprema Corte de Justicia, otro dedicado a la reingeniería de procesos en  bancos, a quien ofrecí presentarle a una buena amiga, si una de las vestidas de verde en la fiesta del semáforo, y mi heroína de la noche, Rosalía, pues cuida a 44 niños de 6 años. Mi perfil de auditor y al ser el desconocido de la noche me hicieron verme en la penosa necesidad de ir entrevistando a cada uno de los que llegaba para saber con qué especímenes trataba, la verdad estuve muy contento y les rogué me invitaran a su próxima cita para llevar el seguimiento de los avances en sus vidas.
  
Otra muy buena sorpresa de la noche fue conocer a Laura, comadre de Kenia y camarada de mi también amigo Rafa. Los tres se conocieron en Nueva York y ahora Laura vive en el DF y eso nos permitió coincidir y pasar una muy agradable noche como los “colados” a la reunión de rencuentro de ese día.

Como buena mamá, después de las 10 de la noche, Kenia se ausentó un rato para dormir a sus pequeños mientras en el comedor seguía la chorcha entre este nuevo clan, quienes además de interesantes, resultaron ser unos forever alone, de ocho miembros, sólo tres están casados, el resto jura estar aterrorizado ante el compromiso, por eso me cayeron tan bien y nos entendimos. Al llegar la media noche, fue hora de empezarse a despedir, la cara de cansancio de Kenia era evidente y no es lo mismo, hace 12 años que salía con mi querida “huarachitos” en metro a recorrer Coyoacán, al día de hoy, que es una señora con dos hijos y niñera, pero igual la quiero. Como en cada encuentro, nos repetimos que nos extrañamos, me insiste en ir a visitarla y nos despedimos como si mañana mismo fuéramos a vernos. Estas son las muestras de una amistad sincera que rebasa el tiempo y el espacio y aunque estamos lejos, el cariño no mengua.

Al llegar a mi casa sobre la 1:30 am del domingo y revisar, como cada noche, religiosamente cualquier cosa importante en mi Facebook, me encontré con la noticia de una de mis primas (hija de Genaro) diciendo: ”siempre te recordare”. Enseguida, intenté localizar a mi papá y me enteré de su visita a  mi tío, él cual estaba muy mal, por lo que en unas horas regresaría a su casa. Me ofreció pasar por mí en unas horas, lo cual acepté enseguida, sin embargo, ya no tuve oportunidad de encontrar a mi tío con vida. Una hora después, mi papá me despertó avisándome del fallecimiento de su hermano. Esta noticia sacudió a mi familia. Bien vale la pena te escriba todo lo sucedido los dos días siguientes, pues mi terapeuta siempre me recomienda hacerlo, pero todavía no me llega el valor para eso, entonces nos vemos en unos días más. 

martes, 25 de septiembre de 2012

Crónica de un viaje parisino


Crónica de un viaje parisino
Por Héctor Juárez

La primera vez que tomé un avión fue para ir a Europa, ¡vaya manera de estrenarme en el uso de ese medio de trasporte! Once horas de vuelo, hasta la capital francesa. En la sala de abordaje me despide mi mamá con mi hermano pequeño, quien llora pues cree que no regresaré; mientras mi madre me despide muy contenta, pues sabe que es un logro enorme para mí. Estoy nervioso, no tengo experiencia, pero voy bien acompañado, Oscar va conmigo y eso me hace sentir seguro, para él este es su tercer viaje al Viejo Continente, para mi será el primero al extranjero y con el que debo probarme que la enorme inversión en el IFAL valió la pena. Durante el vuelo conozco a Ximena, una pequeña que va a estudiar a Suiza y que entre su ocurrente e interminable plática vuelve muy llevadera la travesía.

Me quedo dormido un buen rato a pesar de mi ansiedad y despierto para ver en la pantalla del asiento que el avión ya vuela encima de mi destino, lo cual logra ponerme muy nervioso hasta que finalmente aterrizamos. Al bajar del avión, se percibe un olor distinto, no huele como mi ciudad. Paso a migración y veo el primer sello de mi pasaporte -una banderita con estrellas que distingue a la Unión Europea- Ya casi estoy convencido de haberlo logrado. Recojo mi equipaje y salgo de allí para buscar un baño, pues tanto nervio tuvo consecuencias. Al pasar la crisis, tengo sed, así que me indica mi buen guía que hay bebederos públicos y pruebo uno sin éxito, no tolero el sabor del agua y ese pecado me va a costar muchos euros el resto del viaje. Después de comprar la botella de agua más cara en mi vida, salimos rumbo al centro de la ciudad.

Para llegar al hotel fue necesario tomar una parte de lo que parece ser el periférico de Paris. Como toda ciudad importante, tiene sus zonas conurbadas de una belleza diferente a sus barrios turísticos. En el autobús, la guía española nos pide ver por la ventana y que admiremos la Torre, el mayor símbolo de esta ciudad. Al verla me palpita el corazón, lo conseguí. Si bien fue necesario privarme de muchas cosas mientras estudiaba y soñar como debió ser para mis amigos la experiencia de las prácticas profesionales al extranjero a las cuales no asistí, ahora sé que valió la pena la espera. Al llegar al hotel, viene el proceso de check in y un par de horas después ya ha caído la noche y nos espera el primer tour por la Ciudad de las Luces.

Olvidé mencionar que durante el camino de llegada observé por mi ventana la terminal del ferrocarril, llena de contenedores y grúas. Sí, reconozco que no es el sitio que todo turista quiera admirar, pero mi espíritu de licenciado en negocios internacionales aflora y me hace disfrutar enormemente de este paisaje y además mis manos no dejan de hacer “click” al obturador de la cámara y obtengo un sinfín de imágenes de ese particular sitio.

Mientras nos acercamos al corazón de la ciudad, observo en ambos lados de las ventanas del autobús luces marrones, sé bien que así será pues es ley en ese lugar mantener ese tenue color para guardar la uniformidad del sitio. El primer lugar en donde nos permiten bajar del autobús es la Plaza de Trocadero, desde donde admiro la famosa Torre Eiffel disfrazada de árbol de navidad, pues prenden y apagan miles de focos en ella. Mi emoción me traiciona en ese instante y se asoma mi ojito Remí y quedo sin habla, mientras veo a un montón de vendedores de llaveros con la figura de la famosa torre.

Después de la vista de Trocadero, continúa el paseo nocturno y llegamos a nuestra siguiente parada: el Museo de Louvre, en él están algunas de las obras que sueño con ver en vivo: La Encajera de Veermer, la Venus de Milo, la Victoria de Samotracia y sobre todo es el lugar donde encontraré el Código de Hammurabi, pieza de una belleza un tanto extraña, pues su encanto está en saber que alberga las primeras leyes del mundo moderno, solo valorada por un auditor, es una pequeña maravilla.

A la mañana siguiente, después de sufrir en el desayuno al tener que compartir mesa con un oriental, dadas sus horripilantes maneras de comer, masticando de forma insaciable una manzana para después escupir todo el bagazo en su plato, logrando provocarme unas terribles ganas de vomitar y consigue que desaparezca mi apetito casi por completo; nos embarcamos en la aventura de recorrer Paris a pie. Lo primero es llegar al metro, tenemos cerca la estación Gallieni, hay un centro comercial y una estación de autobuses que atienden operadores negros a quienes por más que intenta, Oscar no logra entenderles, así que me toca desquitar mis cursos en el IFAL, y poner a prueba mis conocimientos. Confío en que el acento francés de mis profesores ayude a lograr mi cometido y confirmo entonces que valió la pena lo invertido; logro comunicarme sin problemas con ellos, me indican como llegar al metro y averiguo todo lo necesario para acercarme a los pies de la Eiffel, a la cual llegaremos unos minutos después.

Es inmensa, es increíble saberme con la suerte de estar ahí, sólo puedo tomar mi cámara de video y grabarme diciendo: ¡Ya llegué! No es un sueño, es una realidad, estoy en Paris y en un momento más admiraré esta ciudad desde su más fiel estandarte. Hasta ese momento vivo mi romance con la Ciudad Luz cuando de pronto me pasa la factura que paga todo aquel que decide aventurarse a conocerla, horas de filas de personas formadas para poder alcanzar un lugar en el ascensor que te lleva hasta lo más alto del monumento. No importa, estoy aquí, mi esfuerzo es bien correspondido. Después de mucho rato de esperar, subimos, para ese momento Oscar ha debido soportar mis incontables quejas por el hambre que tengo, no soy bueno para olvidarme de mi mal hábito de comer tres veces al día.

Al llegar a la cima, me encuentro un sinfín de banderas en paneles que indican la distancia de ese punto hasta tal o cual país. Y a lo lejos descubro la famosa iglesia en el barrio de Montmatre, es imprescindible ir. Una de mis escenas favoritas de la película “Amélie” se desarrolla en este sitio. Quiero averiguar si en verdad existe el carrusel de ese filme. Bajo de la torre teniendo la completa certeza de que Paris es una enorme maqueta. Regresamos al metro hasta llegar cerca del famoso barrio. A decir verdad no me interesa mucho la cuestión religiosa, es más mi emoción por subir las escaleras, las mismas que recorrió Amelie. Al llegar, lo confirmo, el carrusel existe, ¡ahí está! Para cuando termina mi visita, comienza la lluvia, es hora de padecer el metro de París en hora pico, con parisinos mojados y con ese olor característico que tienen, simplemente insufrible para mí.

Para la noche es momento de conocer la famosa Campos Elíseos, hermosa calle llena de comercios y restaurantes. Con esta caminata logro reconocer la magia de este lugar, gente de todo tipo, de todos lados, es una convergencia de culturas, mujeres con burkas caminando detrás de su esposos, judíos ortodoxos se revelan por su particular manera de vestir, turistas delatados por sus cámaras, hordas de orientales sonriendo, gente de países eslavos pidiendo limosna. En mi caminata descubro una tiendita de frutas y es tanta mi hambre que me gasto ocho euros en una manzana y un pequeño racimo de uvas. No me importa el costo, necesito alimentarme e insisto, nunca seré bueno para olvidar la comida en un viaje. Después de caminar hasta el final de esta increíble avenida, dejando atrás su glamour, sólo encontramos un kiosco donde compramos la versión francesa de un hot dog, una enorme salchicha en una dura baguette. No entiendo qué paso que acabé cenando esto en la capital francesa, pero soy incapaz de pensar en regresar mis pasos pues estoy molido y casi llorando me dispongo a cenar en una banca cercana.

Mi único consuelo es que aún me quedan días para regresar y corregir mi error culinario, pero como dice el comercial, esa es otra historia.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Pilar


Pilar
En marzo de 2003, a un par de meses de haberme graduado, tuve la fortuna de ingresar a trabajar en una de las dependencias federales que tienen una de las laborales más loables, el cuidado al medio ambiente. SEMARNAT ha sido uno de las mejores experiencias en mi vida laboral, me dio el brinco a la burocracia federal y me dejo grandes enseñanzas personales, además de haber servido de escenario a muchas de las mejores experiencias que he podido vivir. Y bueno, es en este lugar donde la conocí, en ese momento yo recién había cumplido 22 años y aunque ya había trabajo como auditor, era la primera vez que me convertían en un mando medio, pues era mi primera Jefatura de Departamento en la que mi mentor había apostado por mí.

Hoy puedo confesar no recordar si fue más terrorífico mi primer día en la primaria o mi primer semana en ese trabajo, pues nadie me hablaba y si a eso le añadimos mis subdesarrolladas habilidades sociales, mi caso era terrible, sin embargo, hubo alguien que se acerco y dijo: hola, soy Pilar Jiménez, soy abogada. Debo reconocer que saber que alguien se había enterado de mi llegada y me tendía la mano me hizo sentirme más cómodo, aunque su amabilidad le costó cara, pues no deje de irla interrogar el millón de veces que fue necesario hasta aprenderle todo lo posible al tema ambiental.

Mentiría si dijera como se fue tejiendo nuestra amistad hasta llegar a este momento, en el cual dice que mis papás son sus papas prestados y en el que mi propia hermana le dice hermana postiza. Es por esto que nunca serán suficiente unas cuantas líneas para describir todo lo que ella es, pues su persona engloba a una abogada brillante, a una inestable emocional, a una imprudente inofensiva, a una amiga fiel, a una muy poco confiable organizadora de fiestas, a veces gritona, a veces la más leal, la que siempre esta, si, también a veces aquella a la que medan unas ganas de darle unas buenas cachetadas, pero que es eso, sino la amistad.

Pilar me ha llenado de ejemplos de profesionalismo, de tolerancia y de lealtad y también, porque no aceptarlo, de muchos otros sobre como no reaccionar en la vida personal. Me ha hecho sentir que cuento con alguien para apoyarme. Sé que a veces no he sido el mejor amigo, pero soy perfectible y cada día trabajo en seguir creando una mejor versión de mi mismo. Me ha compartido secretos, preocupaciones, borracheras y hasta tuvimos la oportunidad de viajar juntos y sobre todo y estoy convencido de ello, me ha enseñado a reírme cada vez más de mi mismo, a no tomarte tan enserio, a disfrutar, a probar, a soñar y a no sé cuantas cosas más, por lo cual debo decir que la única forma que encuentro para decir lo importe que es para mí, es con un GRACIAS POR EXISTIR AMIGA. Gracias porque tu tenacidad con el tema de “La Pandilla” ha sido mi mayor aliciente para volverme a permitir formar parte de un grupo, en el cual como tu nombre lo dice siempre seras un Pilar.

Te quiero. 

martes, 28 de agosto de 2012

Italo Calvino

"Cada vida es una enciclopedia, una biblioteca, un muestrario de estilos donde todo se puede mezclar continuamente y reordenar de todas las formas posibles". Italo Calvino

lunes, 27 de agosto de 2012

Peces…peces y más peces..


Peces…peces y más peces..

Por Héctor Juárez

 
Todo comenzó cuando mi cuñado se enteró a través de Facebook de la existencia de algo llamado “Fishville”, juego en línea simulador de una pecera, que a través del tiempo invertido en incontables dosis de ocio en la red, te permite embellecerla con peces y adornos. Pues bien, después de pelear contra su voluntad, cedió a sus bajas pasiones y materializó su sueño, encontrando así su segundo y nuevo gran vicio, digo segundo pues el primero es ser un ferviente seguidor del equipo de fútbol, portavoz de los maestros de la cuchara, o sea el Cruz Azul.
 
La historia de los peces inició con la compra de uno de esos recipientes de 20 litros el cual alberga a estas adorables y exigentes mascotas, sin el permiso de mi hermana, pero bueno, en ocasiones resulta conveniente echar mano del afamado refrán que asegura “Ser más fácil pedir perdón que pedir permiso”. Al final, la novedad acabó envolviendo también a ella, facilitándole las cosas a mí cuñado los siguientes meses, pues evitó las incansables quejas por el desorden ocasionado. Y todo iba bien hasta que su incesante investigación diaria en la red, resultado de su exceso de trabajo, llevaran a mi cuñado a descubrir la existencia de una sinfín de peceras de mayor tamaño.
 
A medida que su interés aumentaba, el siguiente paso fue más sencillo, pues consiguió ir contagiando poco a poco a toda la familia en el mundo de la pecerología, descubriendo la existencia de mercados especializados en la materia, donde uno puede alegremente caminar apretujado, como cualquier mañana en el metro, entre olores no muy agradables y un excesivo calor, mientras a su alrededor se descubre la variedad de colores, tamaños y precios. Pues bien, fue en alguna de estas excursiones donde mi señor padre quedó maravillado y salió de ahí con un pez beta, el bien portado y hoy difunto “Michael”.

Hasta ese momento me creía inmune a la enfermedad, pero entonces pasó, mi cuñado cambió de pecera, ahora tenía una de 40 litros, la cual, para ser honestos, lograba enamorarte a primera vista, pues era una especie de lámpara viviente llena de pequeñas criaturas revoloteando en su interior, de ahí el apodo de “Guajolotitos” con el cual mi hermana se refiere a sus peces. Por cierto, el nuevo juguete requirió más espacio, un nuevo mueble, más equipo y claro, ahora mi familia ya no sólo era cruzazulina, también amenazaba con convertirse en mecenas de la crianza de “Guajolotitos”.

Y como buen hijo y hermano, un domingo fui arrastrado por la curiosidad al famoso mercado y empezó mi mecenazgo, pues para cuando terminó la excusión, ya teníamos una nueva pecera, ahora de 80 litros, dos bases de madera y un montón de equipo para su mantenimiento. Yo heredaría la de 40 litros y mi cuñado tendría el doble de espacio para sus alevines, peces bebes, y a decir verdad, estas mascotas no hacen mucho honor a su apodo, pues más que aves de granja, parecen conejos por su “ligereza” para reproducirse.

Por cierto, no tuve necesidad de adquirir peces; con la pecera vinieron alrededor de 40 especímenes a mi casa, a quienes cuidé con gran ahínco hasta ese terrible día, cuando llegaron a mi recién inaugurada guardería para alevines, un nuevo grupo de refugiados acuáticos que huían del canibalismo de los más grandes de su especie que habitaban en la pecera de mi hermana. Sin embargo, nuestra labor salvadora se vio empeñada por el desconocimiento de la gran cantidad de enfermedades en los peces y junto con los nuevos inquilinos llegó un virus que en tres días acabó con todos y logró hacerme sentir el más irresponsable de los padres, confirmando mi teoría de no haber nacido para tener un hijo.

Pese a nuestra gran pérdida, no decayó el ánimo y el fin de semana siguiente, después de limpiar a conciencia el contenedor de la muerte, regresé al mercado pero ahora por especímenes más grandes, pues me negué por completo a volver a intentar criar otros “Guajolotitos”. Esta vez escogí peces japoneses, si, esos de televisión, los dorados que viven en una pecera redonda con un lindo castillo, sin saber lo laborioso y exigente que resulta su cuidado, pues ameritan algo así como 40 litros para cada uno. Para cuando lo supe ya era tarde, pues había comprado 15 de ellos. Y por cierto, también son xenofóbicos, pues no pueden convivir con otra especie, información valiosa si el vendedor no la hubiera omitido y habría evitado otras muertes, pero bueno, a mi favor debo decir que estaba aprendiendo y en esa ocasión fui precavido, pues les puse todo lo que me indicaron en otro de los locales del mercado: sal marina para el estrés, gotas de azul y verde malaquita por si se enfermaban, cultivo de bacterias, para madurar el agua y hasta comida especial, aunque dicho coctel también me provoca bajas en mis peces. Pero insisto, fue aprendizaje.

Y así, cuidando peces y sufriendo perdidas, llegamos a este fin de semana; la ansiedad de mi cuñado nos llevó a volver a rotar las peceras; si, ahora adquirió una de 200 litros, yo heredé la de 80 y mi hermano la de 40 y mientras escribo estas líneas, contemplo la nueva casa de mis nueve sobrevivientes japoneses, todos naranjas y veo al recién llegado, un japonés negro, pues así lo pide el feng shui, y me pregunto si la próxima vez que me llame mi cuñado para platicarme de un nuevo plan para cambiar peceras, me atreveré por fin a decir no, o tal vez me suceda como con el futbol, pues después de años de jurar no gustarme, ahora no sólo voy al estadio, también tengo mi playera azul y sigo esperando a que “Seamos campeones”.

 

lunes, 20 de agosto de 2012

Carta para una amiga perdida


Carta para una amiga perdida
Por Héctor Juárez

¡Hola!
Es difícil saber por dónde empezar, no sé si deba preguntar por última vez ¿qué pasó? Aún sigo sin entender la razón de tu enojo, pero después de tanto tiempo y de mis terapias, me he convencido que este distanciamiento, sólo fue el resultado de nuestra falta de ganas por resolver lo ocurrido y tal vez por no aceptar que nuestro ciclo había terminado y ya no nos hacíamos bien.

Recuerdo la innumerable cantidad de momentos compartidos durante la carrera, las flores que me dabas en el día de la secretaria por mi habilidad con el teclado; las películas de Barbie y los discos de Cristian Castro cuando los descubrimos como nuestros gustos culposos; el viaje a San Antonio para estrenar tu visa; las frases de tu mamá sobre su “adorado Héctor”; aquel día cuando cambié mi comida de fin de año por acompañarte a recibir tu primer auto nuevo; las clases de francés en el IFAL; la fiesta de cumpleaños a la cual te llevé un juego de limpieza, pues ya eras toda una señora bien casada; tu famosa frase de “no le digo pendeja porque es mi amiga”; tu blog mientras hacías tu estancia en Canadá; tus borracheras por decepción amorosa y cómo olvidar la madrugada en que tu casa se convirtió en el cuartel donde intentabas consolarme mientras lloraba por un mal momento vivido.

Debo confesar algo, desde ese último día en que hablamos, decidí no volver a celebrar mi cumpleaños, pues me sentía culpable por no haberte complacido cediendo a tu reclamo de festejarme a tu manera, creí necesario castigarme porque había fallado. Con tu partida vinieron las de otros y aunque sí me importaron, nadie me dolió tanto como tú. Mi regalo de cumpleaños número 30, fue ver desmoronarse mi supuesto grupo de amigos, tan sólido y cuasi perfecto.

Pero bueno, como dice mi terapeuta, “Dios acomoda” y la vida me regaló la oportunidad de reordenar mis ideas, aprender a estar solo, aceptar que nada es para siempre, sólo hay momentos efímeros de alegría y entendí que no puedo controlarlo todo y a todos, pues esa habilidad no sirve cuando se trata de mis afectos. 

Sé que te preguntas por qué te escribo hasta ahora. Es fácil, porque hoy ya no duele.

Héctor.

martes, 14 de agosto de 2012

Instrucciones para darte en la madre (o para enamorarse)


Instrucciones para darte en la madre (o para enamorarse)
Por Héctor Juárez

Lo primero es asegurarse de elegir a la persona menos indicada, aquella que haga eso que no nos gusta y logre a veces sacarnos de nuestras casillas y sin la cual estemos convencidos de no poder vivir. Es requisito indispensable sentir la falta de aire si no recibimos su llamada al menos unas cinco veces al día, aunque la dosis puede variar. Es importante aclarar que no hace falta ser correspondidos, pues esta es una tarea personal y se experimenta pocas veces en la vida, por lo cual se sugiere disfrutar al máximo sus efectos una vez conseguidos. Para enamorarse se abrirá el pecho de par en par y ofrecerá su corazón como trofeo al objeto de su afecto, deberá pasar noches en vela recordándole, revisará su correo electrónico y su celular en intervalos de dos minutos por si llama y escuchará canciones románticas que le inviten al trillado uso de navajas en sus venas. Para confirmar estar obteniendo el resultado deseado deberá recibir comentarios de sus amigos asegurándole vivir entre nubes y recordándole la necesaria tortura de alimentarse para seguir sufriendo. De acuerdo al momento de su vida en que lo experimente, su intensidad será la siguiente: si se es púber, deberá sentir que su corta existencia inició al momento de encontrar a ese ser, si se encuentra en su juventud, será necesario expresar su intensidad de manera física una y otra y otra y otra vez; ahora bien, si se esta en la madurez, siéntase afortunado pues habrá encontrado con quien charlar. Una vez cubiertos los requisitos y teniendo un grado suficiente de dominio, se requiere cierta constancia para volverse un experto. De esto último se dará cuenta al momento de recibir una llamada de atención de sus profesores en clase o de su jefe en la oficina o bien, cuando le de un infarto. Si se cumplió el primer requisito, no es correspondido y al despertar cada mañana, la primera imagen es su mente es la de aquella persona, lo habrá conseguido, se dará cuenta que se ha dado en la madre. Tiempo de duración: un día o toda una vida.

Semáforo (una historia en dos partes)


Semáforo   (una historia en dos partes)
Por Héctor Juárez

Recibí un correo electrónico de Raquel invitándome a la fiesta de cumpleaños de Adrián. El tema es el semáforo. Me suena un poco a que mis queridos amigos siguen jugando a ser la celestina de la "pandilla" o sencillamente están cansados de ser la única pareja del club de los "forever alone", grupo de quienes rebasamos las tres décadas de vida y que seguimos a la espera de nuestra media naranja. Raquel y Adrián más de una vez han intentado crear conexiones entre su nutrido grupo de amigos, pero parecen no tener suerte, así que han decidido utilizar este festejo para comprobarnos a todos que si puede existir el amor a primera vista, ¡ilusos!. En fin, la regla para la fiesta es simple, los invitados deberán vestir una prenda verde si están disponibles, amarilla si tiene una situación emocional complicada y roja si ya están comprometidos.

Esta invitación me da la tarea de reflexionar el color que seleccionaré para vestir en dicha reunión. De manera cínica y honesta debería ir con una prenda verde, no tengo compromiso con nadie, no salgo formalmente con alguien, pero para ser sincero creo que el verde no me va muy bien. Podría ir con esa camisa a cuadros que siempre ha tenido fama de parecer un bonito mantel de día de campo de cuadros blancos y amarillos, eso sería más sincero de mi parte, pues entre los arándanos, las ciruelas y el feng shui no tengo cara para discutir que no estoy en una situación emocional complicada. De rojo, simplemente imposible, pues el que mi cabeza este en un lado, mi corazón en otro y mi cuerpo de vez en cuando me traicione, no quiere decir que esté con alguien, es más, si así fuera tendría con quien asistir. Por cierto, para la fiesta me decidí a ir de morado y ya veré como resulta.


miércoles, 8 de agosto de 2012

Arándanos



Arándanos
Por Héctor Juárez

Siempre me ha parecido una exageración las historias románticas de las películas en las que no existen las coincidencias, en las que todo es una señal y todo tiene una simple justificación para existir y es que el destino tiene predestinado a la persona idónea para cada personaje. Sin embargo, hoy es uno de esos días en que mi estado de ánimo se elevó por la visita de cierto personaje que para mi estructurado cerebro logra esa reacción de un idiota enamorado en mí. Hoy me trajeron unas barras de arándanos, claro por aquello de mi interminable e insufrible dieta.

La semana pasada después de nuestra visita al Museo de la Memoria y Tolerancia, caminamos hasta llegar a una tienda de dulces y encontré arándanos secos, fruta que me gusta mucho y más en dicha presentación, así que fue lo que seleccione para comer en esa tarde y aunque no es la primera vez que me demuestra que si pone atención en mis gustos, me sorprendió que lo recordará y que me alegrará la tarde con ese detalle, además de su visita, claro está.

Debo reconocer que hoy no esperaba recibir a nadie en la oficina, de hecho estaba tan ocupado que me disponía a comer en mi privado cuando recibí su llamada, la cual después de que el domingo ignorara un mensaje que le envíe, no creí que se dieran tan pronto. Me llamó como si estuviera hablando con un supuesto cliente, lo cual me hizo saber que tenía compañía, así que le confirmé que si estaba disponible y me afané en ordenar mi cargado lugar con detalles orientales porque así lo pide el feng shui, a fin de recibirle con una enorme sonrisa.

Pretender que iba a cumplir mi palabra y me iba a enojar porque no había tenido noticias suyas en los últimos días era una total falsedad, pues de solo ver su número en mi celular me hizo la tarde y más aún después de la retahíla de argumentos que me había dado Salvador, mi brazo derecho en el trabajo, para recordarme que es urgente que tome vacaciones y me vaya a descansar unos días, pues para ser miércoles mi cara parece de viernes y mi ánimo se percibe como de fin de año y sin aguinaldo.

Pero volvamos a los arándanos, que con todo este escenario de cansancio y mucho trabajo me han hecho sonreír y me han servido de inspiración para comenzar mi faceta de escritor. En resumen, tal vez las frutas secas no sean una señal de un sentimiento que añoraría creciera en esa persona por mi, pero es un pretexto perfecto para platicarles en breve lo que mi terapeuta se esmera en definirme como enamoramiento. Y ahora que lo pienso, sería bueno ser el protagonista de una película romántica.